Nota del editor de este Blog
Por Beniezu
El autor de este
articulo Ricardo Arturo Salgado es licenciado en matemáticas e investigador
social. Escritor y analista autodidacta. Colaborador de Tele Sur y otros medios
digitales, censurado en su país Honduras (por medios y por lectores)
Actual Secretario de relaciones internacionales del partido Libertad y
refundación, LIBRE. Me he permitido reproducirlo aquí por su
enorme interés sociopolítico y pedagógico para todo aquel que le
apasione el convulso devenir de lo que está ocurriendo en
el continente Sudamericano .Los golpes de estado "suaves" como se
comienza a llamar a las sucias martingalas politiqueras del Imperio para
desplazar del gobierno a los presidentes que se niegan a vender su país a las
multinacionales del capital. En el artículo se cuestiona el camino a seguir por
la izquierda para enfrentar a este nuevo fenómeno de la derecha pro imperial,
donde se pone en cuestión el concepto de la democracia "burguesa" Que
la izquierda lo ha venido respetado hasta ahora, pero descubre que las burguesías,
totalmente vendidas al capital hegemónico se prestan solicitas a todo
tipo de golpes de estado a requerimiento de las elites internacionales, saltándose
las normas de su propia democracia , para conseguir el control del gobierno y
de las riendas del poder. La cuestión que se plantea es, la sumisión o la lucha por sus intereses en la calle, organizándose al margen del Sistema con nuevas formas para
alcanzar el poder. La cuestión es si la burguesía no respeta sus propias
normas de juego porque han de hacerlo los trabajadores
Por Ricardo Arturo Salgado Bonilla
El Golpe de Estado perpetrado en Brasil contra la presidenta Dilma Roussef,
constituye un atentado contra la integración latinoamericana, además de ser
obra del mismo “artista” especializado en crímenes contra la humanidad. Si los
latinoamericanos nos inclináramos un poco más por el estudio de las agresiones
imperiales, nos daríamos cuenta de que las mismas responden a un patrón que se
ha ido afinando a lo largo de la últimas dos décadas.
Basados en la observación de todos los golpes de estado ejecutados durante
lo que va del siglo XXI, en Latinoamérica, podríamos anticipar que el pueblo
brasileño dispone de apenas unas 120 horas para poder destruir la trama del
Golpe y reinstaurar su gobierno legítimo. Que las organizaciones de masa y los
partidos políticos, especialmente el PT, deben estar en posición de llevar
adelante todas las acciones que sean necesarias, incluso aquellas que suenen
“inadecuadas”, recordemos que la derecha no tendrá ninguna consideración con el
pueblo.
Desde el año 2000, solamente un golpe de estado fue revertido, en
Venezuela, bajo el liderazgo del comandante Hugo Chávez Frías. Toda la
movilización popular y las acciones que derrotaron aquel “trancazo”, se produjo
en 72 horas, y contaba con actores fundamentales que permitieron neutralizar el
ataque de la derecha. Aquella experiencia fue una gran “escuela” para el
imperio que desde entonces ha ido afinando sus conspiraciones contra el progresismo
latinoamericano.
Muchos ensayos se produjeron entre aquel abril de 2002 y junio de 2009,
cuando derrocaron al presidente constitucional de Honduras, Jose Manuel Zelaya,
utilizando los mismos artificios que utilizan hoy, solo que aun muy rudimentarios
en aquel momento, llenos de absurdos. El pueblo hondureño se lanzó a una lucha
intensa, que mantuvo movilizaciones por casi seis meses, pero que perdió toda
posibilidad de éxito el 5 de julio, apenas siete días después del Golpe de
estado.
La derrota del Golpe dependía en aquel entonces, como depende hoy, de un
gran nivel de organización, y gran capacidad de movilización rápida, así como
la posibilidad de paralizar el aparato económico del país en cuestión de pocas
horas. La práctica nos ha ido demostrando que los factores externos (entiéndase
comunidad internacional) son importantes, pero nunca decisivos, y, más temprano
que tarde, los gobiernos deben ceder a sus propias realidades, por muy
solidarios que sean.
Notemos que la respuesta internacional al golpe en Honduras fue
espectacular y rápida, en unánime condena,asi como el inmediato aislamiento de
las autoridades espurias (el actual presidente Juan Orlando Hernandez, estaba
entre los diputados que asestaron el zarpazo al gobierno de Zelaya). Para el momento
del derrocamiento de Fernando Lugo en Paraguay, esa misma comunidad
internacional se mostró mucho más tímida, y más dividida. Hoy, un amplio
sector, dominado por la derecha, hace una campaña abierta por respaldar el
gobierno ilegitimo de Temer. El tristemente célebre Luis Almagro, salió peor
que Insulza, y en lugar de estar frontalmente contra el trancazo brasileño,
está promoviendo un Golpe contra Venezuela.
Por otro lado, entre la reacción del pueblo hondureño y el paraguayo hubo
una brecha ya sensible, además, se habían perfeccionado mucho los argumentos
jurídicos para perpetrar Golpes de Estado legales (nunca blandos). Las tácticas
utilizadas durante las primeras horas posteriores a los golpes de estado del
siglo XXI involucran un bombardeo mediático, con un gran cerco noticioso que
invisibiliza y desconecta a la víctima de su pueblo. Se despliegan en su
totalidad matrices de manipulación que se han sembrado meses o años antes, que
usan expedientes vinculados principalmente con supuesta corrupción.Ellos, los
thinktanks, descubrieron que las clases medias son bastante susceptibles a la
propaganda anti corrupción, aunque se le olviden todos los corruptos de la
historia.
Como resulta evidente, para la propaganda la corrupción no importa; la
mejor muestra es el juicio político contra la presidenta Dilma aprobado por un
grupo que más parece una peligrosa banda de delincuentes que un grupo
legislativo. La otra cosa que entra inmediatamente en discusión pública es la
“legitimidad” y la legalidad de los golpistas y los golpeados; esta discusión
es estéril, interminable y destinada a neutralizar la estructuración de una
estrategia de defensa del pueblo. En el esquema golpista no importan la
justicia ni la legalidad, los medios de encargan de declarar culpables y hacer
escarnio de ellos de forma súbita.
Esta última parte es muy importante, pues se ha hecho patente en la
experiencia continental que las fuerzas de izquierda tienden a enfrascarse en
la disputa por la legalidad dentro del marco burgués, diseñado fundamentalmente
para proteger justamente los intereses de clase de quienes promueven el golpe.
Es fundamental entender que en el momento en que se produce un golpe de Estado
la legalidad entra en un plano secundario; el problema mayor es de fuerzas, y
la derecha dirigida por el imperio está dispuesta a todo.
Es clave comprender que, debido a fallos garrafales en nuestro desempeño
político de masas, cuando llegamos al momento del golpe, tenemos serios
problemas de hegemonía. Nuestros pueblos se encuentran virtualmente a merced de
la ideología burguesa que, además, no ha dejado de ser dominante en ningún
momento a pesar de nuestros gobiernos. Eso nos obliga, por ahora al menos, a
confiar toda la defensa en la organización de que disponemos, que en Brasil es
muy grande, y a esperar que los múltiples liderazgos tengan a bien deponer, al
menos por un momento, sus intereses particulares para enfrentar al enemigo
verdadero, derrotarlo y aniquilarlo.
En este momento, se hace necesario dejar de lado la discusión; la derecha
brasileña, dirigida totalmente desde Estados Unidos, al servicio de estos, no
dieron este golpe de estado porque creen en las instituciones o las leyes
brasileñas; lo hicieron porque sus expertos en consideraciones les dieron luz
verde después de constatar que las condiciones eran propicias para dar este
paso. Lo hicieron porque podían; en ese nivel los votos que los eligieron no
importan, no importa el país, no importa nada más que sus intereses.
Las horas posteriores al golpe de estado, plantean un enorme reto para los
movimientos populares organizados, pues deben pasar a la plena movilización, y
estar preparados para escalar el nivel de la lucha, incluso hasta la
insurrección si el enemigo no es derrotado en las fases previas. Fijémonos
bien, ese enemigo jugará durante estas horas a sembrar el desconcierto y el
terror. Ambas serán el ingrediente fundamental de los meses y años sucesivos.
Sabiendo que un pueblo en confusión y aterrado no es capaz de luchar, comienzan
los anuncios de leyes draconianas, y medidas económicas terribles, cambiando la
discusión nacional.
Este esquema paralizante de la capacidad popular va ganando terreno con el
tiempo. Por ello, el avance del reloj juega en favor de la consolidación del
golpe de Estado. Para cuando venza el plazo de 180 días que han dado al dichoso
juicio político, la destitución formal de la presidenta será un mero trámite.
Ya para ese momento los medios la habrán hecho culpable de todas las pestes que
asolan el Brasil.
Desafortunadamente, los alcances de este artículo no dan para abordar este
tema en la profundidad que tiene. Sin embargo, planteamos aquí tres cosas
fundamentales para que prevalezcan nuestros pueblos:
1.- Los Golpes de Estado son un recurso vigente del imperio, y han
mantenido activos sus thinktanks perfeccionado todos sus elementos. El patrón
común es evidente. Aunque muchas veces argumentamos que “cada quien tiene sus
particularidades”, obviamente el sistema se ha encargado de estandarizarnos,
sobre todo desde la parte ideológica que nos ha despojado de nuestra cultura,
de nuestras costumbres, de nuestras creencias, todo esto implica que somos cada
vez más vulnerables.
2.- Evidentemente, nuestros proyectos revolucionarios no pueden limitarse a
ganar elecciones. No deberíamos necesitar mucho para entender que una vez que
ganamos una elección, debemos prepararnos para derrotar el inevitable Golpe de
Estado que se producirá como reacción del enemigo. Para ello, es importante que
estudiemos a fondo las experiencias de cada revés. Ellos no cometen errores,
solamente experimentan y construyen a partir del estudio; a nosotros no debería
sernos tan difícil prepararnos para la defensa. La derecha nos demuestra toda
la vida que ni es democrática, ni está dispuesta a convivir con nosotros.
3.- Nuestro mayor problema es la gran fragmentación que significan tantos
países. Solo la unidad latinoamericana en un solo país nos permitirá vivir como
nación, siendo respetados por el imperio. En ese sentido, la izquierda debe
plantearse con seriedad, en el cortísimo plazo, reivindicar y tomar la bandera
unionista de nuestros próceres y llevarla a la practica en todos los rincones
de este continente.
Termino diciendo que creo que existe una ventana de oportunidad para que el
pueblo brasileño derrote el Golpe de Estado y restituya a su legitima
presidenta. Contrario a países más pequeños, como Honduras y Paraguay, el
Brasil cuenta con fuerzas revolucionarias y movimientos sociales gigantescos,
con grandes estructuras organizativas, lo que permite plantear un curso de acción
inmediata. Sin embargo, la experiencia nos muestra que esa ventana se cierra
aceleradamente, que luego de que se cierre el pueblo tendrá que pasar a la
defensiva por un tiempo indeterminado.
El golpe de estado en Brasil, o en cualquier otra parte del mundo, no es el
resultado del choque de fuerzas espontaneas. Es el enfrentamiento directo de
dos fuerzas opuestas históricamente, por lo que puede ser estudiado, entendido
y derrotado. Es simplemente el producto de la lucha de clases, un concepto al
que aún le debemos mucho trabajo, y que es hora que dejemos de tratar como si
fuera un salmo.